El rápido cambio del internado a la cabeza de una gran casa con numeroso personal, fue apenas digerible para la adolescente. La realidad resultó una áspera decepción. Los sueños de Magda de vivir al lado de un millonario no se hicieron realidad. La vida de alto nivel que la joven esperaba, sociable y llena de emoción, con embriagadoras fiestas, brillantes cenas, cocktails y representación de alto nivel, no se produjo. También la euforia inicial de vivir en la lujosa residencia de la familia Quandt, un chalet en la Frankenallee de Berlín, la finca de NeuBabelsberg y la de Severin bei Parchim, en Mecklemburgo, se esfumó pronto. El millonario, conservador, carente de humor y puntilloso, vivía entregado a su trabajo. Tenía pocas inclinaciones culturales y todavía menos tiempo libre, que pasaba en solitaria contemplación. Magda ya tenía dos figuras paternas, no quería una tercera. Despreciaba a su frío esposo porque vivía conforme a un plan rígido para cada día y consideraba un abuso que quisiera educarla. Por ejemplo, le daba un cuaderno escolar en el que ella tenía que apuntar sus modestos gastos. Era una vida de mucho trabajo en una jaula de oro.
Quandt había acogido en su casa a los tres hijos de un socio fallecido, y por tanto trasladado a su joven esposa la responsabilidad sobre un total de seis niños. A esto se añadía además el gélido rechazo de la archiconservadora familia Quandt. Consideraban impío que apenas transcurrido el año de luto, Günther Quandt hubiera vuelto a casarse, mantenían vivo el recuerdo de la primera esposa y, con cualquier excusa, hacían comparaciones, siempre en perjuicio de Magda. Sólo su cuñada Eleonore Quandt, Ello, de su misma edad, se convirtió en su amiga, y a lo largo de veinticinco años fue la más íntima confidente de Magda en todas las situaciones de su vida.
Günther Quandt y su joven esposa llevaban vidas separadas pero, como el millonario quería presumir a Magda en sus grandes viajes de negocios a Estados Unidos y Sudamérica, el matrimonio se mantuvo sobre el papel. Magda brilló con su encanto y elegancia en los salones de la exclusiva sociedad neoyorquina; así el señor Hoover, sobrino del presidente estadounidense y uno de los hombres más ricos de Estados Unidos, se declaró incondicional admirador suyo. A su retorno, y al desaparecer la obligación de mantener la armonía en público, las contradicciones de la pareja se pusieron de manifiesto con toda su crudeza. Magda se lanzó a un amorío con un amigo al que había conocido en un baile de estudiantes y con el que mantenía cierto contacto. Considerándola a la luz de su vida posterior, esta relación resultaba de tal modo increíble que en las primeras biografías se ocultó la identidad de su amante, disimulándolo como “un estudiante llamado Hans”. Y es que la tendencia al extremismo que determinó su vida había llevado a Magda hasta el sionista Vitaly Viktor Haim Arlozoroff.
Curt Riess, uno de los biógrafos de Josef Goebbels, lo conoció personalmente: “Hubo una relación de Magda con un estudiante, judío, al que yo conocí, porque iba a mi colegio”, escribiría. Haim Arlozoroff era ruso de nacimiento, hijo de padres judíos y nieto de un rabino por parte de padre. En 1905, su familia había huido a Alemania escapando de una ola de pogromos antisemitas. En Berlín, Chaim fue junto con Riessal parte del instituto Werner von Siemens. Terminado el bachillerato, estudió economía y filosofía. Convencido seguidor de las teorías de Theodor Herzl y ferviente sionista, en 1923 se fue a Palestina y se dedicó a estructurar el Partido Mapai, como estrecho colaborador del que luego sería el presidente Weizrnann. Posteriores viajes por mandato de la organización sionista mundial lo llevaron de vuelta a Berlín, donde renovó su fugaz trato con la que ahora era Magda Quandt.
La aburrida esposa del millonario se reveló interesada oyente de sus visiones de un Estado de Israel. Pronto sus conversaciones sobre el futuro de los judíos en Palestina desembocaron en una intensa relación amorosa, que empezó a finales de 1928, duró hasta la primavera de 1932 y terminó violentamente. Quandt, mucho mayor, había encandilado a Magda probablemente sólo por sus millones y su posición como magnate de la industria. En cambio, la impulsiva chica estaba enamorada del joven y fanático Arlozoroff. La periodista Bella Fromm diría que, de haber continuado su relación, Magda hubiera terminado “montando guardia en un kibbutz de Palestina, con el fusil al hombro y una cita del Antiguo Testamento en los labios”. Arlozoroff representaba los intereses en política exterior de la comunidad judía, y estuvo a la cabeza de su delegación en el Congreso Mundial Sionista de Londres. Su asesinato en Tel Aviv en junio de 1933, probablemente a manos de un adepto de los revisionistas, enemistados con los socialdemócratas, lo convirtió en un signo de identificación de los judíos en Palestina. Está considerado uno de los padres fundadores de Israel.
Para Magda, su relación con Arlozoroff significó el abrupto fin de su matrimonio. Furioso, el engañado esposo la puso en la calle después de nueve años de vida en común, dejándole tiempo apenas para hacer la maleta. Instruyó al personal para que le impidiera todo regreso a la casa. Magda se fue al hogar de su madre y forjó planes. Su situación no era buena, ya que debido a su adulterio era la parte culpable. Por medio de algunas viejas cartas de amor de la juventud de Günther Quandt que había descubierto en un escritorio de la casa de Babelsberg, Magda resolvió al fin el problema de la manutención y el arreglo. La familia Quandt temía un escándalo, y Günther Quandt pagó sin reparos: 50.000 marcos por una nueva casa, 4.000 marcos de pensión mensual y 20.000 marcos para eventuales casos de enfermedad. La custodia de su hijo Harald fue entregada a su madre. Magda Quandt, ahora acomodada y libre, alquiló una hermosa casa en Berlín, en la Reichskanzlerplatz.
Harald Quandt en su niñez
Cuando Hoover, su multimillonario admirador estadounidense, se enteró de la separación, cruzó el Atlántico para proponerle matrimonio a su adorada divorciada. Para su asombro, su petición fue rechazada. Sin embargo, como Magda tenía predilección por las escenas melodramáticas, al rechazo siguió una velada de acalorada discusión, en medio de una atmósfera alborotada, en el club de golf del Wannsee. De regreso a Berlín, el excitado Hoover hizo pisar el acelerador a su chofer. El coche volcó y mientras el estadounidense salió ileso del accidente, Magda fue a parar al hospital de Westend con un tobillo roto y múltiples fracturas en el cráneo.
El punto de inflexión en la vida de Magda llegaría pronto y sería radical. A finales del verano de 1930, esta dama de sociedad que hasta ahora no había mostrado el menor interés por la política se sumó, por aburrimiento y curiosidad, a la excitada multitud que afluía al Palacio de los Deportes de Berlín para asistir a un acto del Partido Nacional Socialista (NSDAP). El edificio, en el que desde la exitosa presentación del gauleiter de Berlín, doctor Josef Goebbels, en septiembre de 1928, tenían lugar frecuentes manifestaciones nacionalsocialistas, tenía un aforo de quince mil personas. Las elecciones al Reichstag en septiembre de 1930, que debían ayudar al NSDAP a dar un salto adelante en Berlín, estaban en ciernes. El ambiente estaba consiguientemente recalentado. También esa noche el orador era Goebbels. Entre el frenético júbilo de sus seguidores, y a través de un arco de camisas pardas con los brazos alzados en el saludo hitleriano, vestido con chaqueta de cuero negro, pantalones de montar y botas altas, subió cojeando a la tribuna.
Josef Goebbels, de 33 años, era de corta estatura, torso delgado y su cabeza era demasiado grande para su pequeño cuerpo. Tenía cabello negro y ojos castaños. Debido a una inflamación medular padecida en su infancia, Goebbels quedó con un pie deforme, que lo obligaba a caminar arrastrándolo. Durante toda su vida tuvo que arrastrar el pie atrofiado dentro de un aparato ortopédico. Su aspecto estaba en abierta contradicción con el ideal ario de una estirpe germana, alta, rubia y de ojos azules, postulada en sus discursos, lo que le ganó entre el pueblo el sobrenombre de “El Germano Reducido”. Pero era un temido demagogo, de grandes dotes, que hacía historia en la calle. Con su combativa guardia personal, fielmente entregada a él, ponía en escena tumultos, tiroteos y peleas de salón. Mediante el empleo de una agitación sin precedentes y de la fuerza bruta, Goebbels logró en tres años aumentar de cien a cien mil votos los resultados del NSDAP en Berlín.
Después de Hitler, Goebbels estaba considerado el personaje más interesante de la dirección nacionalsocialista. El hombre al que Magda Quandt pronto habría de calificar como su dios, estaba lleno de ensoñaciones sentimentales, pero era al mismo tiempo cínico, malvado, vengativo e incapaz de sentir compasión. Su contradictorio carácter era polifacético y conjugaba sin esfuerzo una mesiánica visión de sí mismo, complejos de inferioridad, ansia de redención y voluntad de aniquilación. Su pulida retórica arrastraba y su trabajo propagandístico fue genial. Goebbels sólo era leal a Hitler, al que idolatraba. A muchos les resultaba inquietante y otros lo evitaban. Sus contemporáneos le atribuían un efecto tan repelente como fascinante. Esto último valía para Magda. “La ideología nacionalsocialista se adueñó de su imaginación como nunca antes, pero mezclada con los restos de la doctrina sionista que su viejo amigo Arlozoroff le había inoculado”, escribió en sus diarios la periodista Bella Fromm. El escenario nacionalsocialista berlinés, lleno de fanatismo, brutalidad y agitación, ejercía sobre la cultivada Magda la sórdida fascinación de una plaza de toros. Aquí estaba la verdadera vida en la que había que participar. Y Magda sentó así las bases de su futuro. Bajo la impresión del discurso de Goebbels, se afilió al NSDAP en la agrupación local de Berlín Westend, donde tomaron nota, halagados, del interés de esa conocida dama de la alta sociedad. Le aconsejaron en lo referente a lecturas, y Magda sumergió en Mi lucha de Hitler y en El mito del siglo XX, de Rosenberg.
Pronto se convirtió en dirigente de las mujeres nazis del distrito. Sin embargo, el contacto con la gente sencilla no era del gusto de Magda. La base del Partido no significaba nada para ella. Rápidamente advirtió que en ese ambiente no podía desarrollar sus capacidades. Sin embargo, no volvió la espalda a los nacionalsocialistas, sino que trató de subir un peldaño y se apunto como voluntaria para trabajar en la Hedemannstrasse 10, entonces sede de la dirección del Partido Nazi. Se la asignó al secretariado del subjefe del distrito. Pronto conoció a Goebbels y llegó así al objetivo provisional perseguido. Goebbels escribió en su diario, el 7 de noviembre de 1930: “Una hermosa mujer llamada Magda Quandt está haciéndome un nuevo archivo privado”. Magda, que sabía idiomas, recopilaba concienzudamente todos los artículos periodísticos sobre Goebbels que aparecían en el país y el extranjero, y solía mantener un prometedor intercambio de ideas con su jefe. “Ayer por la tarde, la hermosa señora Quandt estuvo conmigo y me ayudó a clasificar”, dice la anotación de Goebbels, que confiaba todo a su diario: su vida social, los acontecimientos políticos, las etapas de su carrera y sus numerosos amoríos.
En diciembre de 1930, Magda Quandt vio a su venerado jefe en plena acción. La ocasión para ello la ofreció el esperado estreno de la conmovedora película antibelicista Sin novedad en el frente, basada en el libro de Erich Maria Remarque, que rompía el tabú de la muerte heroica y condenaba la muerte sin sentido en el frente. El escritor Stefan Zweig caracterizó la situación: “En Alemania, los nacionalistas están desesperados. El libro de Remarque, con ventas de 600,000 ejemplares en tres meses, va acercándose ya al millón y los ha arrollado. Ese libro sencillo ha hecho más que toda la propaganda pacifista en diez años”. Remarque desenmascaraba la falsa emoción de Tempestades de acero de Ernst Jünger, la ridiculizaba y se convirtió por tanto en mortal enemigo de los nazis.
Cartel de Sin novedad en el frente
“Abajo esa mamarrachada de película”, escribió Goebbels en la revista Angriff (Ataque). Luego se preparó para el estreno: compró entradas y empleando bombas fétidas y ratas blancas, saboteó el pase, además de amenazar a los espectadores. Seis días después, la película fue eliminada de las carteleras “por dañar el prestigio alemán”. Cuatro semanas después, Goebbels viajó a una reunión del partido en Weimar, acompañado de Magda. Allí encontró también a su primer gran amor, Anka Stalherm, que escuchó entusiasmada su discurso, salpicado de invectivas antisemitas. Goebbels presentó a las dos mujeres. El 23 de enero, escribía en su diario: “Me encuentro a Anka. Está muy triste. ¡Basta! ¡Basta de una vez! Ya no la quiero, con su irritante indisciplina...”
Conocía a Anka Stalherm desde que empezó a estudiar germanística, en 1918. En aquel entonces, fiel como una sombra, la había seguido de universidad en universidad. Sólo para poder estar cerca de Anka, asumió grandes privaciones y aprobó sus estudios en cinco universidades diferentes. Le escribía poemas sentimentales y enamorados y soportaba sin queja sus caprichos. Que la madre de su amiga fuera judía era algo que no molestaba a Goebbels. A su vez, Anka aceptaba con calma el antisemitismo de Goebbels como elemento inevitable de su retórica. Sorprendentemente, ese radical antisemitismo no fue la razón del final de ese amor juvenil. Anka se casó con otro, la amistad se mantuvo, y cuando la pareja se divorció Goebbels le prestó ayuda. “¡Y siento cuánto he amado a esa mujer y la amo aún!”, confiaba a su diario en 1928. Sólo en 1933, cuando ya era Ministro de Propaganda, guardó un tanto las distancias.
Los cambios de opinión y lo contradictorio del carácter humano se muestran en las relaciones tanto de Magda Quandt como de Josef Goebbels con el judaísmo; en las vidas de ambos, los judíos representaron un papel decisivo. Ambos vivieron su primer gran amor con parejas de origen judío. Cuando se conocieron en 1930, ambos estaban aún metidos de lleno en esas relaciones. Magda Quandt admiraba a Arlozoroff y tenía la cabeza llena de ideas sionistas. Josef Goebbels idolatraba a Anka Stalherm y sufría por sus caprichos. En 1932, Goebbels agrupó sus ideas en el ensayo ¡Los judíos son culpables! y puso en marcha una enorme maquinaria propagandística para su campaña contra el judaísmo. Contradictoriamente, en 1936, aún invitaba de vez en cuando a Anka a tomar el té, pero estimaba que “¡Hay que eliminar esa peste judía!”, como anotaba en su diario el 6 de noviembre. Magda a su vez bendecía todo esto, como parte de la doctrina nacionalsocialista.
El 1 de febrero de 1931, la relación de Goebbels con su archivera entró en una nueva fase: “Ayer por la tarde la señora Quandt vino a trabajar. Es una mujer fabulosa, y quisiera que me amara”. El 15 de febrero de 1931 llegaba el momento: “Por la tarde viene Magda Quandt, Y se queda mucho tiempo. Y florece en una encantadora dulzura rubia. ¿Eres mi reina?” Goebbels anotaba y numeraba como un contable sus experiencias amorosas. Así, numeró este primer encuentro íntimo con Magda Quandt como (1), para dedicarse después a asuntos más triviales: “Con Onak en el zoo. ¡Qué repugnantes son los monos! ¡Qué camino desde esa bestia primitiva hasta el hombre nórdico!” El 10 de marzo apunta: “Se marcha tarde (Magda) a casa”. Cinco días después, el eterno conquistador pensaba en la monogamia: “Voy a dejar las historias de mujeres y dedicarme por entero a una. Tiene un sentido de la vida inteligente y realista, y una forma generosa de pensar y actuar. Un poco más de educarnos el uno al otro, y haremos una pareja fabulosa”. El 26 de marzo de 1931 escribió: “Amor, pelea, amor”. El 2 de abril de 1931, cuando las SA se rebelaron contra Goebbels, trataron de derribarlo y ocuparon los locales de la dirección de Berlín, Goebbels corrió a Münich a buscar a Hitler para pedirle ayuda. Magda le siguió. “Ha venido desde Berlín y me espera en el hotel. Está conmovida. ¡Está bien que así sea! Se mantiene firme y fiel junto a mí”. Goebbels había encontrado a su compañera de fatigas. Sin embargo, Magda dudó aún largo tiempo si debía abandonar su simultánea relación íntima con Arlozoroff. Muy lejos de ocultar a Goebbels sus consideraciones, le permitía un bien dosificado acceso a su pasado y espoleaba sus celos. La identidad de su rival no podía ocultársele a Goebbels, que como gauleiter de Berlín disponía de eficaces posibilidades de seguir e investigar a las personas.
El 12 de abril, los acontecimientos tomaron un dramático giro. Goebbels escribió: “Llamo esta mañana. No está. Por fin, llama ella: el hombre al que amaba antes que a mí la ha herido gravemente de un balazo, en su casa. Está agonizando. Oigo en su voz que voy a perderla...” Estas patéticas líneas caracterizan sin duda el tono ampuloso y emocional con que se trataban los dos amantes, pero no responden a la verdad. De hecho, Arlozoroff había visitado a su amante renegada, exigido una explicación y durante la fuerte discusión que sobrevino había disparado un tiro. Pero la bala había ido a parar al marco de una puerta. Nadie resultó herido. Así terminó la aventura sionista de Magda, que daría material para un bien calculado y picante melodrama, con disputas y tormentosas reconciliaciones. “Pequeña bronca con Magda. Tiene algo de despiadada cuando me habla de su pasado. No ha roto con él por entero”, escribía Goebbels el 23 de julio de 1931. Y el 26 de julio: “Magda es de una impetuosidad cautivadora. Ama como sólo una gran señora puede amar”. Al día siguiente confesaba: “Mi confianza en ella está conmocionada. Ha amado demasiado, y sólo me ha contado fragmentos de ello. Y ahora me quedo aquí tumbado hasta el amanecer, fustigado por el látigo de los celos”. Goebbels estaba enamorado de Magda, pero también apreciaba su libertad: “Eros habla en mí con demasiada fuerza”. Cabe suponer que también esta relación, como todas las demás, hubiera terminado al cabo de algún tiempo. La intervención de Hitler lo impidió.
La excitante situación de estar unida a dos hombres al mismo tiempo siempre ejerció un gran encanto sobre Magda, y tales dobles parejas se extienden por su vida como un trazo rojo. Tras la relación Quandt / Arlozoroff vino Arlozoroff / Goebbels, seguida de Goebbels / Hitler, quedando esta última relación parcialmente en lo platónico. Del papel de Adolf Hitler en la vida de Magda informan las memorias de Otto Wagener, miembro entre 1929 y 1933 del equipo personal de Hitler, escritas con asiduidad con tinta azul en las cárceles inglesas, en 36 cuadernos escolares. Según Wagener, Hitler pronto llegó a la convicción de que Madga Quandt podía ser de utilidad al NSDAP. Esperaba de su presencia junto a Goebbels un aumento de prestigio para el partido. Manipular a Goebbels siempre fue un juego de niños para Hitler. Y consiguió también la entusiasta cooperación de Magda, con gran refinamiento psicológico, mediante un simple truco. Dijo confidencialmente a Wagener: “Esa mujer podría representar un gran papel en mi vida incluso sin estar casado con ella. En mi trabajo, podría representar el contrapeso a mis instintos unilateralmente masculinos. Lástima que no esté casada". Wagener transmitió a Magda, de la misma manera, las confidenciales manifestaciones de su Führer. En la señora Quandt, esta intencionada indiscreción despertó una tempestad de emociones. Interpretó el mensaje de Hitler como signo del inconfesado amor por ella del Führer, al que la política impedía declarar abiertamente sus sentimientos. Sin embargo, aceptó entusiasmada el mandato de Hitler y puso su vida a su disposición, con Goebbels como intermediario. Poco después, los camaradas supieron que el gauleiter se había prometido.
Adolf Hitler, Magda y Josef Goebbels
El ferviente y acrítico entusiasmo de Magda por el nacionalsocialismo y su culto a Hitler eclipsarían incluso al de su prometido. Esto dice mucho, porque Goebbels había escrito ya en 1926: “Adolf Hitler, te amo porque eres grande y sencillo a un tiempo. ¡Me inclino ante la grandeza, ante el genio político!” La rivalidad por la proximidad y el favor del ídolo fue también el vínculo que unió a Magda y a Goebbels. Cada uno de ellos era esclavo de Hitler a su modo. Por entonces, Goebbels había reconocido con alegría en Magda un medio adecuado para fortalecer su propia posición ante el Führer. Se casaron el 19 de diciembre de 1931. Wagener tuvo la impresión de que eso hacía feliz a tres personas. La boda tuvo lugar en la finca de Severin, propiedad de Quandt. Nadie consideró necesario informar al ausente propietario. El administrador, un nacionalsocialista llamado Walter Granzow, organizó la fiesta. Hitler fue testigo y Harald Quandt, de 11 años, asistió a la ceremonia con el uniforme de las Juventudes Hitlerianas. Poco después el católico Goebbels fue excluido de la Iglesia católica por su matrimonio sin dispensa con una protestante. Al testigo Hitler, también católico, sólo se le hizo una amonestación.
La boda de Magda y Josef Goebbels
La actriz y directora de cine Leni Riefenstahl afirmaría en sus memorias, escritas medio siglo después, que Magda Goebbels le habló confidencialmente acerca de su matrimonio: “Para mi sorpresa, recibí una invitación para una excursión dominical a Heiligendamm. En el primer coche iban Hitler y Goebbels, el fotógrafo Heinrich Hoffmann y Brückner (ayudante de Hitler). En el segundo, la señora Goebbels y yo. Después de intercambiar banalidades, Magda dijo: ‘También amo a mi esposo, pero mi amor por Hitler es más fuerte, por él estaría dispuesta a dejar este mundo. Sólo cuando estuve segura de que Hitler, aparte de a Geli Raubal, cuya muerte jamás podrá superar, no podrá amar a ninguna mujer salvo, como él dice siempre, a Alemania, acepté casarme con Goebbels, para poder estar cerca del Führer”. Riefenstahl pone en boca de Magda Goebbels que se había divorciado de Quandt por Hitler.
Con el nuevo matrimonio, Magda perdió tanto la custodia de su hijo Harald como la generosa pensión. Harald se trasladó a vivir con su padre, pero visitaba a su madre a diario, hizo rápidamente amistad con Goebbels y pronto estuvo por completo integrado en la nueva familia de su madre. A veces lo acompañaba a las reuniones, quedándose de pie en la plataforma cerca del "Tío Josef", vestido con su uniforme. En 1934, Harald se trasladó por completo al hogar de Goebbels. Más tarde serviría como teniente en la Luftwaffe. Tampoco fue difícil consolarse de la pérdida de los pagos mensuales por manutención, ya que Hitler duplicó el sueldo a Goebbels. En cambio, sí resultó gravosa la ruptura con los parientes más próximos. El padrastro judío de Magda estaba profundamente decepcionado, rechazó todo ulterior contacto y nunca más habló con su hija adoptiva. También su padre expresó su disgusto para con el yerno y discutió con la pareja después de recibir una carta soez de Goebbels. Sólo la madre se mantuvo al lado de su hija, aunque Goebbels la obligó a abandonar el apellido Friedlander y llevar su nombre de soltera, Behrend. Vivió en casa de Goebbels y ayudó a Magda a educar a una tribu de niños que cada día crecía más.
Magda y Josef Goebbels tras su boda
En la primavera de 1931, Goebbels dejó su domicilio de soltero en Steglitz y se trasladó a la vivienda de alta burguesía de Magda en la Reichkanzlerplatz, que se convirtió en cuartel general privado de Hitler, Así, las discusiones internas del partido tuvieron lugar en el salón de Magda. Nada era demasiado para la incansable y encantadora anfitriona. Cocinaba platos vegetarianos para el Führer y abría su hogar a Göering, Ernst Röhm, Himmler y otros dirigentes del Partido. “Desde el envenenamiento de Röhm con comida del hotel Kaiserhof de Berlín, Hitler estaba convencido de que el personal del hotel estaba infiltrado de comunistas, y Magda Goebbels enseguida se había hecho querer preparándole pequeños platos vegetarianos, que enviaba al hotel por la mañana temprano en recipientes adecuados para que pudieran mantenerse calientes”, escribió en sus memorias Ernst Hanfstaengl, jefe del departamento de prensa extranjera. Cuenta también cómo los Goebbels cortejaban a Hitler; Hanfstaengl era un magnífico pianista: “Normalmente a mí me llevaban de Hombre Orquesta. Goebbels estaba celoso y hacía grabar cintas con los discursos de Hitler y las ponía para recibirlo”. Hanfstaengl también fue testigo de los “continuados esfuerzos del matrimonio Goebbels por traer compañía femenina al Führer”.
Hitler tenía un lujoso apartamento en el feudal Kaiserhof, donde en tiempos de Bismarck la nobleza rural prusiana pasaba el invierno, pero iba casi todos los días a casa de Goebbels. Se llevaba consigo a los amigos y, como buen trasnochador, solía prolongar sus visitas hasta el amanecer. Hitler también frecuentaba la casa de fin de semana de los Goebbels en Caputh, junto al lago de Schwielov. “Hitler se queda en Caputh hasta medianoche, Magda se alegra”, escribió Goebbels el 20 de junio de 1932 en su diario. No cabe duda de que Magda disfrutó como nadie junto a su esposo de la febril agitación de los “Tiempos de Lucha”, como los nazis llamaban al período anterior a su toma del poder. Viajó con él de una ciudad a otra, fue testigo de las asambleas de su partido y se embriagó con la atmósfera violenta y cargada de tensión que reinaba en las salas repletas, cuando Goebbels desplegaba su talento para el discurso demagógico, en su peculiar lenguaje que acentuaba las sílabas finales. “Gelsenkirchen, ante 15,000 seguidores, Essen ante 15,000, Dortmund ante 30,000”, anotaba Goebbels.
A principios de agosto de 1932, el Führer invitó a Baviera al matrimonio. “Viaje de Berlín a Tegernsee. La señora Hanfstaengl, Harald. Magda en avanzado estado de gestación, se pasa la noche vomitando”, escribe Goebbels en su diario. Aun así Magda era feliz, porque se sentía “a las puertas del poder” y discutía con Hitler en Obersalzberg, durante noches enteras, los “problemas de la toma del poder”, estando la pareja principalmente interesada en el reparto de los puestos. Goebbels se veía ya como Ministro de Cultura prusiano y Ministro de Educación del Reich.
Helga Susanne Goebbels nació el 1 de septiembre de 1932. Goebbels estaba orgulloso de su hija mayor e iba directamente a su cuna tan pronto como regresaba de su oficina. A veces se la llevaba al trabajo y la tenía en su regazo mientras despachaba asuntos de Estado. Magda se embarazaría de nuevo en octubre de ese año.
Helga era una "niña de papá", que prefería a su padre sobre Magda. Era una hermosa pequeña que nunca lloraba y se sentaba a escuchar a los funcionarios nazis “con sus brillantes ojos azules". No era inusual que Hitler la sentara en su regazo en las cenas en casa de los Goebbels, sosteniéndola mientras hablaba hasta altas horas de la noche.
En 1932 aún había en Alemania libertad de prensa. Goebbels la aprovechaba para sus incendiarios artículos, pero era extremadamente sensible cuando él mismo o su esposa eran atacados. Entonces reaccionaba con los mejores métodos nazis: “Un redactor de la prensa amarilla ha atacado el honor de mi esposa del modo más infame. Un hombre de las SS se presenta ante él y le azota con una fusta hasta que cae al suelo cubierto de sangre; luego deja en la mesa su tarjeta de visita y abandona la redacción, sin que ninguno de los reptiles de la prensa presentes se lo impida”, describió Goebbels el incidente. El 23 de diciembre de 1932, Magda sufrió un aborto y fue internada en la clínica de su ginecólogo, el profesor Stoeckel, que la consideraba una paciente muy simpática. Goebbels y Harald visitaban diariamente a la paciente y organizaron una pequeña fiesta de Navidad en el hospital. Hitler envió un telegrama con sus mejores deseos para el restablecimiento de la enferma. El 29 de diciembre, Goebbels viajó a Berchtesgaden. Magda lo seguiría para la obligada fiesta de Nochevieja en Obersalzberg. Como su estado empeoraba rápidamente, el día de Año Nuevo de 1933 Goebbels regresó a Berlín: “Oh, Dios, te lo ruego, consérvamela. No soy nada sin ella”, escribió en su diario. Magda estuvo largo tiempo al borde de la muerte.
Sin embargo, según él mismo indica, Goebbels se lanzó al trabajo “para buscar el olvido” y desarrolló para la inminente elección regional en Lippe, el land más pequeño de Alemania, una estrategia sencilla pero eficaz. Mientras los otros partidos daban poca importancia a la elección local, el NSDAP puso toda la carne en el asador. Goebbels envió columnas de propagandistas para ganarse a la población. En las elecciones del 15 de enero de 1933, el NSDAP alcanzó casi el 40 por ciento de los votos. Los nacionalsocialistas celebraron esto como “el milagro de Lippe”, y desviaron la atención de las pérdidas sufridas en las elecciones al Reichstag.
Magda Goebbels salió del hospital el 1 de febrero de 1933. Un día antes, Hitler había sido nombrado canciller del Reich, motivo suficiente para una fiesta íntima. “Con Epp, Esser, Amann, la señora Raubal. Hanfstaengl toca. Hitler lee a las diez de la mañana su proclama a la población y luego está en nuestra casa”, anotó Goebbels con entusiasmo. Como esposa del gauleiter y jefe de propaganda de Berlín, Magda desarrolló una inaudita ambición política, y por eso le dolió mucho que en el primer gabinete de Hitler no hubiera lugar para su esposo. “Magda es muy desdichada porque no avanzo. Se me pasa por alto. Magda aún sigue llorando”, escribió Goebbels en su diario el 3 de febrero. Pero cuando, con ocasión de las elecciones al Reichstag de marzo de 1933, llevó a cabo una obra maestra de agitación política, Hitler le recompensó creando especialmente para Goebbels el Ministerio de Información y Propaganda. Feliz, el nuevo ministro declaró que, ya que la educación del pueblo alemán había sido depositada en sus manos, desde ahora “trabajaría sobre las personas hasta que sucumbieran al nacionalsocialismo”.
Goebbels adaptó para él y su familia el Palacio Leopold, construido por Karl Friedrich Schinkel en la Wilhelmsplatz y situado en medio de un espléndido parque, donde, “dado que le esperaban grandes tareas de representación”, realizó obras de reforma por cuantía de 3.2 millones de marcos de la época. La decoración del interior procedía en su mayor parte de museos y fondos estatales. Su cuarto de trabajo estaba enteramente tapizado en rojo. La señora de la casa obtuvo cristal, porcelana, plata, copas y mantelería para varios cientos de personas. El Estado lo pagó todo.
Magda cumplía con su papel de mujer nacionalsocialista, trabajando en casa como madre al lado de su esposo. Sólo el primer Día de la Madre de la dictadura, el 14 de mayo de 1933, apareció en público para pronunciar un discurso sobre la madre alemana. “Hoy Magda habla en la radio”, anotó orgulloso su marido. Luego, “la mujer ideal de Alemania” fue visitada por una periodista del inglés Daily Mail para saber más detalles sobre el estatus de las mujeres en el nacionalsocialismo. La señora Goebbels explicó que los relatos difundidos en Inglaterra sobre la expulsión de las mujeres de sus empleos eran muy exagerados. Ahora las mujeres alemanas sólo estaban excluidas de tres profesiones: la militar como en todo el mundo, el gobierno y el mundo del Derecho. Si una muchacha alemana tenía que elegir entre matrimonio y profesión, siempre se le animaría a elegir el matrimonio, que sin duda era lo mejor para una mujer. “’Intento’, concluía la entrevista de forma inesperada la señora Goebbels, ‘hacer más hermosa a la mujer alemana’". La propia Magda, cuidada, elegante y maquillada, adornada con favorecedores sombreros y el mejor guardarropa, se adelantaba a dar ejemplo. Sin embargo, apenas logró hacer algunas correcciones en los burdos contornos del ideal de mujer nacionalsocialista.
Caja perteneciente a Goebbels
A mediados de 1933 se interesó por la Oficina de Modas, de cuya dirección quería hacerse cargo. Sin embargo, su marido estaba radicalmente en contra. Por esa causa, el 20 de julio de 1933 se produjo una disputa entre la pareja. Al día siguiente, la señora Goebbels se negó a ir a Bayreuth para asistir a una representación de Los maestros cantores de Wagner. “Viajo solo. Si Magda no cambia, tendré que extraer conclusiones”, escribió su marido, furioso, al día siguiente. Entonces intervino el Führer: "Ayer a mediodía, con Hitler. Se espanta de que Magda no haya venido. Se lo cuento todo. Enseguida, hace traer a Magda de Berlín por avión. Ella acepta de buen grado. Después del primer acto de Los maestros cantores llega Magda. Radiante de belleza. Ambiente muy tenso. Por la noche, café. Hitler consigue las paces entre Magda y yo. Es un verdadero amigo”.
Al principio, la vida en común de los Goebbels iba bastante bien. “Magda llama ‘Angelito’ y acude el diablo en persona”, observaba sarcástico Ernst Hanfstaengl, de visita en su casa. Según la descripción de Hanfstaengl, Magda advertiría más adelante los complejos de su marido. “Tras un pase privado de una película en su casa, Goebbels resbaló y estuvo a punto de caerse. Magda pudo sujetarlo a duras penas. Pasado el primer susto la cogió por la nuca, la obligó a ponerse de rodillas y siseó con risa de loco: ‘Esto te queda mejor que hacer de salvadora’”. Con la consolidación de su poder como Ministro de Propaganda, también la forma de vida privada de la familia Goebbels se volvió feudal. Su segunda hija, Hildegard Traudel Goebbels, nació el 13 de abril de 1934. Comúnmente la llamaban “Hilde”. En una entrada de su diario en 1941, Goebbels se referiría a ella como "un pequeño ratón".
Sólo en el otoño de 1935 se echó de menos a Magda en los círculos sociales por un tiempo, ya que el Führer la había desterrado temporalmente de su presencia, debido a una maliciosa crítica que Magda hizo sobre Eva Braun. Mientras tanto, Helmut Goebbels nació el 2 de octubre de 1935. Era considerado sensible y soñador. En su diario, Goebbels lo llamó “un payaso". Cuando su maestro en la escuela primaria Lanke informó, para disgusto de su padre, que su ascenso a una educación superior era dudoso, respondió muy bien a la intensa tutoría de su madre y su institutriz, logrando no sólo la promoción, sino también excelentes calificaciones. Usaba frenos en los dientes.
En 1936, Josef Goebbels se trasladó a una espléndida casa, expropiada a un judío, en la península de Schwanenwerder, junto al Wannsee. Del precio de compra, 350,000 marcos, 80,000 fueron aportados por el editor nacionalsocialista Max Amann en concepto de anticipo sobre la publicación póstuma de los diarios de Goebbels, que éste escribía con intensidad creciente. Magda aportó 100,000 marcos de la suma obtenida de Quandt como indemnización, Hitler dio 70,000 por “los años de hospitalidad en casa de los Goebbels” y 100,000 fueron tomados con una hipoteca. Posteriormente el Ministro amplió sus propiedades, obligando a vender a otro vecino judío. Allí levantó su castillo, al que nadie más que él podía entrar, ni siquiera Magda. Allí trabajaba, y allí tenía también sus citas amorosas. Coches deportivos suministrados por la compañía Mercedes, lanchas motoras y un yate a vela compensaban al Ministro y a su familia por “las muchas cosas a las que tenían que renunciar”. “No puedo entrar a un restaurante, a un bar, a un cabaret, no puedo salir a pasear ni dedicarme a mi familia”, se quejaba el Ministro.
Sin embargo, cuando Goebbels encontraba tiempo, gustaba de leerles a Magda y a los niños. Su lectura favorita era Con plumas ajenas, de Robert Neumann, de la que extraía sugerencias y que se sabía casi de memoria, ya que sentía afinidad con el estilo satírico y la corrosiva agudeza del autor. Esto no impidió al Ministro de Propaganda poner en el índice de libros prohibidos y mandar quemar en público las obras de este escritor austriaco de origen judío, que en 1934 se exilió a Inglaterra. En 1936, con ocasión de los Juegos Olímpicos de Berlín, Magda y Josef Goebbels recibieron a más de tres mil invitados en la Isla de los Pavos, en el Havel.
El fantástico baile celebrado fue un éxito social, cuya elegancia y distinción sólo se vio perturbada por los excesos alcohólicos de los camaradas de los “Tiempos de Lucha”. Como casa de campo, los Goebbels poseían “un sencillo edificio junto a un lago tranquilo”, el Palacio de Lanke, junto al Bogensee, una posesión feudal prusiana propiedad del industrial del carbón Priedlander Puld, pariente lejano del padrastro de Magda. La ciudad había adquirido la propiedad a precio de saldo, y después, tras recibir una suave presión, se la había regalado al gauleiter y ciudadano de honor Josef Goebbels.
La reforma de la propiedad para convertirla en un complejo de cinco edificios empezó con 500,000 marcos, que el propio Goebbels pudo aportar. Pero finalmente la obra costó más de dos millones, y como el constructor dirigía también la estatalizada industria del cine, la productora Ufa los pagó, igual que los gastos de mantenimiento anuales por cuantía de 80,000 marcos. Sólo el edificio principal tenía veintiún habitaciones, con una sala para pases privados de películas igual que en el refugio alpino del venerado Führer, una moderna instalación de aire acondicionado, calefacción de aire caliente, numerosos baños e, igual que en el domicilio privado de Hitler, ventanas cuyas persianas subían y bajaban con un sistema eléctrico.
Hitler y la familia Goebbels
En casa de Goebbels los cumpleaños siempre fueron celebrados con gran pompa. Cuando Magda cumplió 35 años, su marido escribió: “Magda ha recibido gran cantidad de regalos. Es tan voluble. A veces buena, a veces malvada. Por la noche, gran concurrencia. Ha venido el Führer”. También para el 39 cumpleaños de su esposo, Magda montó una gran fiesta: “Lo he celebrado con Magda y los niños. Ha sido tan cordial y agradable. Los niños han recitado poemas. Luego han puesto una película de ellos, encantadora, tal como son. Todos nos alegramos mucho. Cada vez más invitados. Y luego viene el Führer. Está conmovido, luego habla conmigo, cariñoso y familiar. Comemos en casa. Montañas de cartas, flores y regalos. Y luego vamos al Bogensee. Estoy impaciente. Magda ha hecho reformas. La casa ha quedado maravillosa”, escribe un conmovido Goebbels en su diario el 30 de octubre de 1936.
Pero de lo que más disfrutaba Magda era de sus tareas de representación al lado de Hitler. “El Führer y Canciller del Reich le ruega”, decía en las invitaciones a recepciones y cenas, que tenían lugar en la nueva cancillería de Berlín, diseñada por el arquitecto Albert Speer. Magda Goebbels, que compartía con Emmy Goering el papel de Primera Dama del Tercer Reich, ejercía con entusiasmo las tareas de señora de la casa y anfitriona. Brillaba por su soltura y elegancia en la entonces premiere cour du monde, como el embajador francés Francis Poncet llamó a la residencia del dictador antes de estallar la Segunda Guerra Mundial. Magda Goebbels siempre asistía a las pequeñas recepciones a la hora del té que Hitler ofrecía a un selecto grupo de actores y artistas.
El ministro Goebbels en modo alguno dejaba su compromiso profesional a las puertas de su casa; antes bien, empleaba con frecuencia su esfera privada como telón de fondo de su propaganda. Así, el matrimonio Goebbels y sus bieneducados hijos representaban para los alemanes la vida de una familia modelo. El “tío Führer” participaba de la representación, y las revistas ilustradas publicaban conmovedoras fotos de Hitler como amigo de la infancia.
Pero la bucólica imagen engañaba. Como presidente de la Cámara de Cultura del Reich, fundada en 1933, Goebbels dominaba toda la vida cultural alemana. Controlaba teatro, cine, radio y prensa, creaba y destruía carreras, y aprovechaba de lo lindo su posición para sus aventuras amorosas.
Magda lo sabía todo y toleraba mucho... hasta que su marido conoció a la hermosa actriz Lida Baarová en 1936 y se enamoró apasionadamente de ella. “Por la tarde, gran reunión a la hora del té: Ello Quandt, Lida Baarová, Frohlich (prometido de Baarová)”, reza la inocente anotación del diario de Goebbels del 30 de noviembre de 1936. Hora de tentación se llamaba la película, de sugerente y alusivo título, en la que Goebbels fijó su atención en la actriz checa. Pronto la cortejó con todos los medios a su alcance. La muchacha, de 22 años, no se lo pensó mucho: se separó de su prometido, el actor Gustav Frohlich, y se lió con el poderoso ministro. Confiado en su posición, Goebbels en modo alguno mantuvo el asunto en secreto, y se puso así con Lida a la luz de los focos. Pronto intentó arreglar una relación a tres, pero su esposa, de la que él se quejaba diciendo “es tan dura, tan malvada”, amenazó con el divorcio.
La negativa a ceder de Magda Goebbels se basaba en la posición superior que ella creía ostentar. Además, mantenía una relación amorosa con Karl Hanke, secretario de Estado de Goebbels. En él había encontrado un aliado bien dispuesto, que no sólo la defendió con vehemencia, sino que también estaba ferozmente decidido a privar a su jefe del cargo, la esposa y la amante, echando mano de los documentos que atesoraba. Así, Magda pudo acudir con espectacularidad, en el papel de la esposa engañada y decepcionada, y equipada con material probatorio, como copias de cartas de amor y una lista de las amiguitas de Goebbels, a ver a su Führer en su refugio alpino.
Pero erró el cálculo. Su intento de extorsión, similar al que antaño tan buenos resultados le había ofrecido con Günther Quandt, quedó sin efecto en el ambiente nacionalsocialista. Hitler se puso furioso. En general, la relajada forma de vida de sus paladines, de la que los rivales lo mantenían siempre al corriente, le dejaba impertérrito. Pero ahora había en juego intereses políticos. Un divorcio del Ministro de Propaganda de la más famosa titular de la Cruz de la Madre del Reich era intolerable. También el momento del affaire con la Baarová era malo. Una relación con una checa en el instante en que Hitler planeaba ocupar su país era más que inoportuno. Además, la escandalosa boda del Ministro de la Guerra, mariscal Van Blomberg, con una antigua prostituta, seguía estando en boca de todos. Por eso, el Führer dio un puñetazo encima de la mesa. Prohibió todo contacto entre Goebbels y la Baarová y decretó que prosiguiera la convivencia pacífica del matrimonio. Goebbels se doblegó: “La vida es tan dura y cruel”, escribió.
También Magda sintió la gélida violencia que había tras la rutilante fachada del Tercer Reich. Tomó conciencia de a qué poder superior se había expuesto. Tenía que seguir representando el papel que un día eligiera, quisiera o no. El abandono de la jerarquía nazi y el retorno a la vida privada que Magda planeaba estaba fuera de discusión, porque en el Tercer Reich el papel de estrella invitada no se podía tomar y dejar a capricho. Lida Baarová fue deportada a Praga. Ella recordaría el asunto de otro modo: “Estaba harta y quería marcharme de Alemania”, aseguraría. En cualquier caso, la gran carrera de la hasta entonces actriz de éxito terminó abruptamente. Empezaba una vida muy agitada. Al final de la guerra, Lida Baarová fue encarcelada durante año y medio por colaboración con los alemanes. En 1946 se casó con el Ministro del Interior comunista, con el que huyó a Austria. Durante un tiempo rodó en Italia y España, y actuó en teatros alemanes. Escribió unas memorias en las que ocultaba su relación con el Ministro de Propaganda del Reich. Incluso a avanzada edad, se atuvo a esa versión: “No tuvimos ninguna relación”.
Holdine Kathrin Goebbels nació el 19 de febrero de 1937. Se afirma que Holde consiguió su nombre cuando el médico que la trajo al mundo se inclinó sobre ella y exclamó: "Das ist eine Holde!" ("¡Está muy bonita!") Goebbels anotaría en su diario que Holde era la "menos animada" de sus hijos y habría que “dejarla a un lado por los otros”. Sin embargo, tiempo después, Goebbels la convirtió en una de sus favoritas, a lo que ella respondió con devoción.
En 1938 Goebbels estaba perdiendo popularidad, pero un hecho cambió el rumbo: Van Rath, secretario de la embajada alemana en París, fue asesinado por un judío; a los dos días, Reinhard Heydrich, teniente general de las SS y jefe del SD (Seguridad del Reich), ordenó como represalia la destrucción de los comercios judíos, y el incendio y demolición de sinagogas en Alemania y Austria. A esta operación se la denominó Kristallnacht (“La Noche de los Cristales Rotos”).
A lo largo de los años siguientes, el antisemitismo del Ministro de Propaganda que prescribió el uso de la estrella judía, con el que volvía a la obligación medieval de los judíos de ir identificados, y encargó la película El judío errante, adoptó formas cada vez más radicales. Al preguntarle su mejor amiga, Ello Quandt, qué opinaba de ello, Magda respondió: “Josef lo explica apelando a la razón de Estado. El Tercer Reich está contra los judíos, y a él le corresponde la misión de atacarlos en la prensa y la radio. El Führer lo quiere así, y Josef tiene que obedecer". Mientras tanto, Hedwig Johanna Goebbels nació el 5 de mayo de 1938. Se le conocía comúnmente como "Hedda". Ella había insistido, en 1944, que cuando creciera iba a casarse con Günther Schwägermann, de la SS, pues quedó cautivada por el hecho de que el oficial nazi tenía un ojo falso.
En 1938, Magda Goebbels fue distinguida con el honor de ser la primera destinataria de la “Cruz de Honor de la Madre Alemana” por el gran número de hijos que “brindó al Führer”. Esta distinción, establecida por Adolf Hitler, llamaba la atención por su similitud con las condecoraciones militares. El requisito para conseguirla era, junto al correspondiente número de hijos nacidos (4 para bronce, 6 para plata, 8 para oro), el cumplimiento de ciertos criterios raciales, políticos y sanitarios. Las madres tenían que ser “de sangre germana, genéticamente sanas y dignas”.