sábado, 8 de septiembre de 2018

Sophie Scholl y la Rosa blanca

Munich, 1943. Mientras Hitler está devastando Europa, un grupo de jóvenes, sobre todo estudiantes universitarios, recurren a la resistencia pasiva como única vía efectiva para combatir a los nazis y su inhumana máquina de guerra. Nace así "La rosa blanca", un movimiento de resistencia cuyo objetivo es la caída del Tercer Reich. Sophie Scholl es la única mujer del grupo. El 18 de febrero, cuando Sophie y su hermano Hans estaban distribuyendo panfletos en la Universidad de Múnich, fueron arrestados.


Sophie Scholl, participante de la Rosa blanca.
Los que hayan estudiado aunque sea un poco la Segunda guerra Mundial sabrán que en Alemania existía un gobierno autoritario, cuyas ideologías estaban a favor del racismo y el autoritarismo. Adolf Hitler esta figura de la que tanto se a hablado fue capaz de convencer a todo un pueblo tan solo con el poder de su voz y carisma, aun hoy en día la gente no puede explicarse como fue posible tal barbarie, ¿como se pudo llegar a esa situación de fanatismo y odio?, ¿porque nadie fue capaz de siquiera hacer frente a esta locura?

En el III Reich, nadie estaba a salvo de las delaciones, los juicios arbitrarios o las ejecuciones. Pero no todos los alemanes callaron. Un grupo de universitarios se levantó enarbolando su única arma: la palabra. Eran La Rosa Blanca.

Rodrigo Padilla
Durante los años de guerra un grupo de jóvenes comenzaron a hacer circular una serie de panfletos en el que criticaban a todas las atrocidades ocurridas bajo el dominio nazi, fue debido a esto que  comenzaron a actuar bajo el nombre de la Rosa blanca. La gestapo tenia conocimiento de las actividades de este grupo pero debido al desconocimiento de los miembros participantes era poco lo que podían hacer para detenerlos.

Durante estos años Sophie Scholl y su hermano Hans Scholl tenían 21 y 23 años respectivamente. Hans años antes había conocido en la escuela de medicina a su amigo y compañero Alexander Schmorell juntos vieron que el nacionalsocialismo estaba convirtiendo poco a poco a Alemania en una vergüenza: La muerte de civiles, el asesinato en masa de judíos, etc. Al ver esta situación decidieron crear este grupo de oposición, poco a poco logro expandirse y a sumar más participantes.
Sophie al igual que muchas otras jóvenes alemanas decidió entrar en La liga de Muchachas alemanas (división femenina de las Juventudes Hitlerianas), fue debido al paso del tiempo que comenzó a observar con vista critica la ideología nazi, como muchos creía que Alemania se adentraba a una nueva epoca de prosperidad, pero debido a las derrotas del ejercito alemán y la violación a los derechos por parte del régimen nacionalsocialista ya no podía creer en ellos. 
De izquierda a derecha: Schmorell, Probst, Hans Scholl, Graf, Huber y Sophie Scholl
Poco a poco se fueron incorporando otros compañeros de estudios, como Cristoph Probst, amigo de Schmorell desde la infancia, Willi Graf, Hans Leipelt y Sophie Scholl, la hermana pequeña de Hans y estudiante de Biología, además de Kurt Huber, uno de sus profesores de filosofía. La guerra había reforzado su sentimiento de rebeldía y oposición al régimen. Los chicos, encuadrados en unidades de asistencia sanitaria, pasaban algunos meses del curso en hospitales de campaña. Allí pudieron escuchar los relatos de los soldados sobre las ejecuciones en masa de polacos y rusos, intercambiar información con otros compañeros y debatir sobre lo que veían.
Sus primeros panfletos vieron luz entre Junio y Julio de 1942, fue debido a los contactos de las guías telefónicas y sus amigos en otras universidades que alentaron las primeras marchas en contra de los nazis, las cuales se expresaron con pintadas como «Libertad» o «Abajo Hitler».

A principios de 1943 se produjo el desastre de Stalingrado, en el que perecieron más de 300.000 soldados alemanes abandonados a su suerte por Hitler. Su convicción de que el país avanzaba hacia el desastre se acrecentó.
Los panfletos estaban mecanografiados con la máquina de escribir de Hans Scholl y mimeografiados con una tinta elaborada con té para no ser descubiertos. El que se repartió por todo el país desde febrero de 1943 comenzaba: «Desde las llamas de Beresina y Stalingrado los muertos nos convocan».
La noche del 18 de febrero de 1943, los hermanos Scholl salieron de casa con una maleta llena de panfletos y se dirigieron a la Universidad. Pegaron algunos en las paredes y deslizaron otros por debajo de las puertas. Para deshacerse de las octavillas sobrantes, Hans subió hasta el último piso, abrió la maleta y la agitó en el aire. Los papeles llovieron sobre el hall. Trabajo cumplido y hora de volver a casa, al 13 de la Franz-Joseph-Strasse, en el barrio de Schwabing. Pero Hans y Sophie no llegaron nunca.
Juicios de los hermanos Sophie y Hans Scholls por el juez Roland Freisler (película, "Sophie Sholl - Los últimos días")
El conserje del recinto un nacionalsocialista ferviente se indigno ante el acto y dado que los hermanos eran los únicos en la terraza del edificio decidió alertar a las autoridades que detuvieron e interrogaron a los Scholl, el agente Robert Mohr se hizo cargo de los interrogatorios. La pesadilla acababa de empezar.
El aplomo y la serenidad de Sophie Scholl sorprendieron a un Mohr que casi creyó que todo había sido un error. Desgraciadamente para ella, los agentes de la Gestapo registraron su casa, donde encontraron pruebas que implicaban a los hermanos y a Cristoph Probst, que fue detenido inmediatamente. Los interrogatorios cambiaron de objetivo: ahora perseguían que Sophie y Hans delataran a sus compañeros. No lo consiguieron y los hermanos asumieron toda la culpa. Su suerte estaba echada.
El juicio al igual que todos los celebrados por la llamada Corte del pueblo fue un circo cuya sentencia estaba con antelación ya echa. Roland Freisler, que llegó desde Berlín para dirigir el proceso, actuó más de fiscal que de juez. Se pasó el juicio gritando, golpeando la mesa y tachando de traidores a los jóvenes. Después de tres horas de acusaciones, el juez dictó su veredicto: culpables de alta traición. Y sólo había una pena para este delito, la muerte, que Freisler estableció que fuera por decapitación.

Tras el juicio ese mismo día los acusados fueron llevados a cumplir sentencia, Sophie fue la primera, luego vinieron Hans y Probst, todos tuvieron muerte en la Guillotina.
Tras las ejecuciones  la gestapo comenzó con la búsqueda de los miembros restantes, uno a uno fueron cayendo. Se celebraron nuevos juicios en abril de 1943 y octubre de 1944, que se saldaron con cuatro nuevas condenas a muerte y numerosas penas de prisión.
La Rosa blanca consecuentemente termino desintegrándose, pero el medio por el que decidieron transmitir su mensaje no lo a echo, sus ideas y sus panfletos se han logrado preservar para la posteridad, sin duda es una historia de la que vale la pena investigar y que a pesar de no ser una acción significativa en el desenlace de la guerra si te deja ver que no todos eran igual a Hitler, reflexiona y si quieres puedes ver la pelicula, por aquí disfrútala y adiós lector. 


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