martes, 23 de febrero de 2021

La entrada de Rusia en la Guerra

 En 1914, Rusia todavía se estaba recuperando de su humillante derrota en la guerra ruso-japonesa (1904-1905) y las numerosas huelgas de trabajadores de la Revolución de 1905 ponían en peligro los cimientos del poder zarista. El despótico zar Nicolás II se negaba a cambiar el obsoleto sistema político ruso, que ampliaba la brecha entre la gran mayoría de gente pobre y oprimida y la minoría de burgueses y terratenientes de la aristocracia. Sin embargo, la amenaza de un enemigo externo pareció unir de nuevo a toda Rusia en favor de su lider. El auge de la ideología del paneslavismo encajaba con la política exterior de Rusia que buscaba ganar influencia en los Balcanes y ampliar su dominio en el Mar Negro y la zona de Constantinopla. 



Bandera y escudo del Imperio Ruso

Las ambiciones geopolíticas de Rusia en esa región entraban en conflicto directo con los intereses del Imperio austrohúngaro y el Imperio otomano. Rusia tenía una población de casi 170 millones, pero más del 90% vivían y trabajaban en sociedades agrícolas, y la industrialización en todo el país no había sido posible sin ayuda y dinero extranjeros. Alemania le había dado la espalda a Rusia en favor de reforzar sus lazos con el Imperio austrohúngaro, por lo que Rusia estableció tratos comerciales con Francia, lo que les llevó a entablar una alianza militar. Esto significaba que una guerra entre el Imperio ruso y el austrohúngaro por su conflicto en los Balcanes provocaría inevitablemente que Francia y Alemania se unieran. Una guerra que ni siquiera la profunda afinidad entre primos, del káiser Guillermo y el zar Nicolás, podría detener una vez que comenzaran a movilizarse.

La dureza del clima:



Ilustración del «general Invierno» en el periódico francés Le Petit Journal de 1916, que hace referencia al frente oriental de la Primera Guerra Mundial.

En el frente oriental el invierno siempre acechaba. Las cegadoras tormentas de nieve hacían imposible cualquier tipo de maniobra y muchos soldados se perdieron o murieron congelados durante la noche. La ardua tarea de limpiar la nieve de los caminos y trincheras constantemente dejaba a los soldados agotados y la sobreexposición a los vientos helados y a temperaturas por debajo de los -28°C (-20°F) los hacía vulnerables al congelamiento y a enfermedades pulmonares. Los suministros de alimentos y los cerrojos de los rifles se congelaban como piedras, los proyectiles no explotaban en la profunda nieve y no se podía enterrar a los muertos en el piso congelado. Los heridos atraían a lobos hambrientos que atacaban a los hombres débiles y cansados. Solo los soldados acostumbrados a este clima y que contaban con entrenamiento para pelear con el equipo de invierno lograban pelear de forma efectiva.


El deshielo primaveral era otro desafío. Los pantalones se inundaban, los lagos y ríos llenaban sus bancos con el deshielo y las enfermedades proliferaban  entre las tropas. En ocasiones hubo más pérdidas por el frío invierno y las enfermedades estacionales de la primavera que en combate.

El batallón de la Muerte de mujeres


María Bochkareva fue soldado a partir de 1914, después de haberle pedido en persona al zar que le permitiera pelear, ya que las mujeres no podían formar parte del ejército del Imperio ruso de forma oficial. La Revolución de febrero amenazó en 1917 con acabar por completo con ese ejército y muchos hombres, desgastados por la guerra, sencillamente desertaron. Bochkareva, ahora una heroína de guerra condecorada, envió una petición al ministro de guerra, Alexander Kerensky, para crear el primer Batallón de la Muerte de mujeres. 

María Leontievna Bochkareva

Kerensky vio el enorme potencial propagandístico de los patrióticos Batallones de la Muerte, pero Bochkareva estaba decidida a crear una fuerza de combate viable, que se comparara con los batallones de hombres y que fuera un ejemplo por su disposición a sacrificarse por Rusia. De las 2000 mujeres que se ofrecieron como voluntarias, apenas 300 completaron el fuerte régimen de entrenamiento de Bochkareva. El batallón ocupó trincheras activas del frente y se superó a sí mismo durante la ofensiva Kerensky de julio de 1917. Pelearon bien, pero sufrieron muchas pérdidas y la propia Bochkareva resultó herida por fuego de artillería.

María Bochkariova y Emmeline Pankhurst en formación frente a uno de los Batallones de la muerte de mujeres.

Otros batallones surgieron tras este, aunque las reclutas se sentían con frecuencia desanimadas ante la hostilidad constante de los hombres en el frente. Muchos las subestimaban por el hecho de ser mujeres y otros las consideraban una herramienta del Ministerio de Guerra. A finales de ese año y al acabar la Revolución de octubre, los batallones de mujeres habían desaparecido. Alrededor de 5000 mujeres se enlistaron en estas unidades, aunque solo la de Bochkareva combatió en el frente de la Primera Guerra Mundial.


Mujeres pertenecientes a la 2ºDivisión frente al Palacio de Invierno

Miembros del Batallón de mujeres en el verano de 1917.

Principales oficiales del 1.erBatallón de la muerte de mujeres rusas. María Bochkariova se sienta en el extremo izquierdo. Verano de 1917.


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