En los años previos a la Primera Guerra Mundial, la tensión entre las potencias europeas alimentó las sospechas de que agentes extranjeros pudieran dañar la seguridad nacional. La mayoría de los países implicados desarrollaron organizaciones dedicadas a reunir información sobre secretos militares. La red de la Dama Blanca, con sede en Lieja, Bélgica, dotó a los aliados de información sobre los trenes de las tropas alemanas. Se enviaban mensajes encriptados que cruzaban las líneas en palomas mensajeras. Los espías emplearon herramientas como la tinta invisible y las cámaras en frascos de perfume.
"Cortesana, sí. lo admito. ¡Nunca una espía!"
Mata Hari.
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